jueves, 9 de abril de 2009

Campanadas de medianoche
bajo la luna llena,
van sonando una tras otra
con aires de pena,
el portón de la basílica
se abre lentamente,
y en la oscuridad de la
plaza mayor
la agónica imagen
de nuestro Señor
pronto se hará presente,
alumbrado por cuatro faroles
y por las velas de los penitentes,
el Cristo de la agonía
comienza su caminar
por las estrechas calles existentes,
acompañado por un ronco tambor
y una suave orquesta de violines,
va dejando tras de si
una huella sublime,
que año tras año los Ciezanos seguimos,
pues sentimos su agonía
porque por ella vivimos,
alguna lágrima perdida
buscado su perdón,
y de rodillas le despedimos
dándole las gracias
a nuestro Señor.

Francisco Ortiz Morcillo